Moisés era un
israelita con una sensibilidad social peculiarmente alta. Los relatos del Éxodo
nos presentan tres episodios que confirman su capacidad de empatizar y
compadecerse eficazmente con las víctimas de la violencia y el abuso de poder.
Lo mismo libra a un israelita de manos de un egipcio, que defiende a unas
pastoras madianitas hostigadas por pastores abusivos. Esa sensibilidad lo
volvía la persona idónea para auxiliar a Dios en la liberación de los
israelitas. El relato nos permite comprender la esencia del llamado divino. El
momento específico del llamado se verifica al momento que cualquiera de
nosotros descubre una doble realidad: en primer lugar, advertimos que existe
una carencia o problema importante en la sociedad donde vivimos; en segundo
lugar, caemos en la cuenta de que disponemos de habilidades y recursos humanos
adecuados para enfrentar dicho problema. En ese momento el creyente advierte el
llamado de Dios. No puede hacerse el desentendido. La fe se convierte en
obediencia y el llamado es una responsabilidad que asumir.
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