viernes, 29 de marzo de 2019

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20190331



La parábola del padre compasivo no tiene desperdicio. Mucho menos ahora que las migraciones, el aumento de personas expulsadas de su lugar de origen debido a la inseguridad, el crimen organizado y la pobreza extrema sigue haciéndose visible en nuestro país. El Dios vivo se nos ha manifestado en la persona de Jesucristo como padre amoroso. No es la indiferencia, la lejanía, ni la insensibilidad lo característico de Dios. En todo caso, esas actitudes egoístas, como bien afirma el Papa Francisco, son los efectos colaterales de la globalización. La frecuencia y la generalización de la violencia, la migración y la falta de oportunidades, en realidad son los rostros del hijo pródigo que pasa delante de nuestra casa, esperando que mostremos la solidaridad y la compasión. Quienes tenemos memoria de lo generoso que ha sido Dios con nosotros, nos alegramos de encontrar oportunidades de mostrar nuestra gratitud, favoreciendo a los necesitados.

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