Un par de
fracasos asocian las lecturas con san Pedro. Una mala noche de pesca era apenas
un pequeño descalabro. El experimentado pescador parecía haber perdido el
olfato y la destreza acumulada durante años. Un fracaso mayor fue sin duda
haberse desentendido y renegado de su Maestro la víspera de su muerte en cruz.
Estos fracasos no mantuvieron a Pedro en la desolación. Debió ser un hombre
resiliente, como dicen ahora. La experiencia de su cobardía y su torpeza no lo
quebrantó para siempre. Se acogió a la esperanza, se tragó su vergüenza y
confesó su voluntad de amar y servir a Jesús. Un apóstol valiente, curtido por
la fuerza del Espíritu Santo y por la confianza en la fidelidad del Padre que
resucitó a su Hijo, pudo cumplir el encargo del Señor pastorear con valerosa
firmeza a la comunidad de los discípulos. Esta historia de vida nos permitirá
renovar nuestra esperanza y levantarnos de nuestras pequeñas o grandes caídas.
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