sábado, 18 de mayo de 2019

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20190519




En una sociedad donde se impone la llamada "ley del mínimo esfuerzo" resulta desafiante escuchar una invitación tan exigente: amar con la profundidad y la intensidad que Jesús amó a sus seguidores y discípulos. La línea de pase para formar parte de la comunidad de los creyentes no es fácil de alcanzar. Jesús ama sin condiciones ni restricciones, entrega su tiempo, sus escasos bienes y sobre todo su vida. Lo hace sin mirar al beneficiario de su amor, lo mismo atiende a la suegra de Pedro, que a un leproso samaritano o a un endemoniado geraseno, sin olvidar al criado de un funcionario romano o a la hija de una mujer cananea. El suyo es un amor incluyente y gratuito, como tiene que ser el amor genuino. En una época donde se multiplican las carencias y las crisis humanitarias, se multiplican también las oportunidades para concretar nuestra fidelidad cristiana. Por medio de organizaciones eclesiales o centros de asistencia a los necesitados, podemos concretar nuestra práctica del mandamiento nuevo: amara la manera como amó Jesús.

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