LA APARENTE DISTANCIA
Ex 17,3-7; Rom 5,1-2.5-8; Jn 4, 5-42
Cuando el pueblo de Israel marcha por el desierto
experimenta una serie de incertidumbres, no tienen pan ni agua. Pronto
comienzan a perder la confianza en Dios. Protestan contra Moisés y expresan su
desaliento, cuestionándose si efectivamente Dios seguía acompañándolos. Los
seres humanos quisiéramos tener manifestaciones más evidentes de la presencia
de Dios. Conviene recordar que Dios escapa a cualquiera de nuestras formas de
captar la realidad. Es el totalmente otro. El Señor Jesús lo enseña así a la
mujer samaritana. Dios se comunica con los suyos en espíritu y verdad. El encuentro
de Jesús con la mujer de Samaria nos abre una alternativa: es necesario
encontramos con Jesús, contemplar sus acciones, escucharlo con apertura, si
queremos descubrir su presencia. A Dios no lo podemos descubrir solamente a
través de mediaciones, es necesario vivir un encuentro directo y personal, como
bien los descubrieron los vecinos de Samaria.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. 8a124, 15-16
Mis ojos están siempre fijos en el Señor, pues él
libra mis pies de toda trampa. Mírame, Señor, y ten piedad de mí, que estoy
solo y afligido.
No se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, fuente de misericordia y de toda
bondad, que enseñaste que el remedio contra el pecado está en el ayuno, la
oración y la limosna, mira con agrado nuestra humilde confesión, para que a
quienes agobia la propia conciencia nos reconforte siempre tu misericordia. Por
nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Tenemos sed: danos agua para beber.
Del libro del Éxodo: 17, 3-7
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed,
fue a protestar contra Moisés, diciéndole: "¿Nos has hecho salir de Egipto
para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro
ganado?".
Moisés clamó al Señor y le dijo: "¿Qué puedo
hacer con este pueblo? Sólo falta que me apedreen". Respondió el Señor a
Moisés: "Preséntate al pueblo, llevando contigo a algunos de los ancianos
de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo
estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua
para que beba el pueblo".
Así lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de
Israel y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los hijos
de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: "¿Está o no está el
Señor en medio de nosotros?". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 94,1-2.6-7.8-9.
R/. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios
que nos salva. Acerquémonos a él, llenos de júbilo, y démosle gracias. R/.
Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y
bendigamos al Señor, que nos hizo, pues él es nuestro Dios y nosotros, su
pueblo; él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas. R/.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No
endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus
padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras". R/.
SEGUNDA LECTURA
Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por
medio del Espíritu Santo.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 5,
1-2. 5-8
Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe,
mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por
él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en el cual nos
encontramos; por él, podemos gloriamos de tener la esperanza de participar en
la gloria de Dios.
La esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido
su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha
dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado,
Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado.
Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un
justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona
sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por
nosotros, cuando aún éramos pecadores. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Jn 4, 42.15
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, tú eres el Salvador del mundo. Dame de tu
agua viva para que no vuelva a tener sed. R/.
EVANGELIO
Un manantial capaz de dar la vida eterna.
Del santo Evangelio según san Juan: 4, 5-42
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de
Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí
estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más
en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.
Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y
Jesús le dijo: "Dame de beber". (Sus discípulos habían ido al pueblo
a comprar comida). La samaritana le contestó: "¿Cómo es que tú, siendo
judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?". (Porque los judíos no
tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: "Si conocieras el don de Dios y
quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua
viva".
La mujer le respondió: "Señor, ni siquiera
tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva?
¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que
bebieron él, sus hijos y sus sanados?". Jesús le contestó: "El que
bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré,
nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un
manantial capaz de dar la vida eterna".
La mujer le dijo: "Señor, dame de esa agua
para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla".
Él le dijo: "Ve a llamar a tu marido y vuelve".
La mujer le contestó: "No tengo marido".
Jesús le dijo: "Tienes razón en decir: 'No tengo marido'. Has tenido
cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad".
La mujer le dijo: "Señor, ya veo que eres
profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el
sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén". Jesús le dijo:
"Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en
Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos
lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la
hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al
Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé
culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en
verdad".
La mujer le dijo: "Ya sé que va a venir el
Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo". Jesús
le dijo: "Soy yo, el que habla contigo".
En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron
de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: '¿Qué
le preguntas o de qué hablas con ella?'. Entonces la mujer dejó su cántaro, se
fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: "Vengan a ver a un hombre que
me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?". Salieron del
pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba.
Mientras tanto, sus discípulos le insistían:
"Maestro, come". Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento
que ustedes no conocen". Los discípulos comentaban entre sí: "¿Le
habrá traído alguien de comer?". Jesús les dijo: "Mi alimento es
hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen
ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo:
Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega.
Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este
modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho:
'Uno es el que siembra y otro el que cosecha'. Yo los envié a cosechar lo que
no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto".
Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en
Jesús por el testimonio de la mujer: 'Me dijo todo lo que he hecho'. Cuando los
samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y
se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra. Y decían a
la mujer: "Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros
mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el Salvador del
mundo". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESIÓN DE FE
CREDO de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo
y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue
concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a
los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí
ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Instruidos por el ejemplo de Jesús, el Señor, que
en el desierto se entregaba a la oración, oremos también nosotros con insistencia
a nuestro Dios: (R/. Escúchanos, Señor.)
Para que todos los fieles, por medio de las
penitencias y prácticas cuaresmales, sean purificados de sus culpas y vean
fortalecida su vida cristiana, roguemos al Señor.
Para que todos los pueblos alcancen la paz, la
tranquilidad y el bienestar necesario y puedan así buscar más fácilmente los
bienes del cielo, roguemos al Señor.
Para que el Señor conceda su fuerza a los que se
ven tentados o se sienten turbados, infunda el deseo de la conversión a los
pecadores y otorgue el consuelo del cielo a los que están tristes o abatidos,
roguemos al Señor.
Para que infunda en todos nosotros el deseo de una
verdadera conversión, a fin de que nos preparemos a celebrar debidamente el
sacramento pascual de la penitencia, roguemos al Señor.
Señor nuestro, fuente de todo bien, que nunca dejas
de ofrecemos el agua viva de la gracia que brota de la roca, que es Cristo, el
Salvador, escucha nuestras oraciones y concédenos el don del Espíritu, para que
manifestemos con valentía nuestra fe y anunciemos con gozo a nuestros hermanos
las maravillas de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Por estas ofrendas, Señor, concédenos benigno el
perdón de nuestras ofensas, y ayúdanos a perdonar a nuestros hermanos. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO DE LA SAMARITANA.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios
todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. Porque él mismo, cuando pidió
de beber a la samaritana, ya había infundido en ella el don de la fe, y si
quiso estar sediento de la fe de aquella mujer, fue para encender en ella el
fuego del amor divino. Por eso, Señor, te damos gracias y proclamamos tu
grandeza, cantando con los ángeles: Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 4,13-14
El que beba del agua que yo le daré, dice el Señor,
nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un
manantial capaz de dar la vida eterna.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Alimentados en la tierra con el pan del cielo,
prenda de eterna salvación, te suplicamos, Señor, que lleves a su plenitud en
nuestra vida la gracia recibida en este sacramento. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Dirige, Señor, los corazones de tus fieles y da en
tu bondad a tus siervos una gracia tan grande que, cumpliendo en plenitud tus
mandamientos, nos haga permanecer en tu amor y en el de nuestro prójimo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
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