miércoles, 4 de marzo de 2020

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20200308



En las primeras páginas de la Biblia ya está retratado el drama de la migración. En la narrativa del Génesis encontramos a Adán, Caín, los habitantes de Babel, José, los hijos de Jacob y sobre todo, al patriarca Abrahán que salen de su tierra, porque experimentan el grito de la conciencia, la voz de alguna urgencia que los obliga a desarraigarse. Dios jamás se desatiende de su suerte. Se encarga de los hijos más débiles, apelando a nuestra solidaridad. La patria única es la Casa Común. En dicha casa no hay extranjeros. Quienes estamos llamados a ser personas transfiguradas somos los discípulos de Jesús. Diversas organizaciones y casas de atención a los migrantes son señal de esperanza en este mundo lleno de indiferencia y superficialidad.

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