Podemos tomar esta parábola (de los talentos) como un espejo o
como una ventana. En el primer caso habremos de descubrirnos en la trama del
relato, reconociéndonos en alguno de los personajes. Dos personajes emprendedores
y responsables que hicieron crecer y fructificar los dones que Dios les
concedió. Un hombre pichicato que aprendió a racionalizar y justificar su
pereza. Amargura y fracaso de un lado, satisfacción y plenitud del otro. Quien
haya oportunamente sabido reconocer sus habilidades sabrá deletrear los
llamados que Dios le dirige a través de las carencias de sus hermanos. En el
momento oportuno tenemos que responder a las urgencias del prójimo. Los dones
que Dios nos regaló no son privilegios para agrandar nuestro ego, sino
instrumentos útiles para mejorar nuestra vida y la de nuestros hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario