Aprender a vivir no es tarea fácil.
Se entusiasma uno en cuestiones superficiales como la imagen pública, las
comodidades impuestas por la publicidad, los aparatos de última generación y un
largo etcétera. La pandemia que ha descompuesto nuestra inercia cotidiana es
una lección aprendida por unos cuantos que han comprendido dónde está lo
verdaderamente valioso. La fragilidad humana queda expuesta por un enemigo
invisible que ha terminado con las esperanzas y la vida de miles de personas.
Saber comer, saber divertirse, saber cuidarse, saber contenerse. Conciliar un
mínimo de certidumbre económica para uno mismo con el cuidado de la Casa común
es un difícil equilibrio que solo las personas sabias consiguen mantener. El
cuidado de la salud y la seguridad de cada ciudadano es el primero de los
bienes que conviene asegurar. El gobernante sabio y el Estado justo sabrá
promoverlo, lo demás es politiquería barata.
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