viernes, 27 de noviembre de 2020

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20201129

 

Los sucesos dolorosos que han sufrido numerosas familias nos han recordado una experiencia frecuentemente olvidada, a saber, la de la fragilidad de nuestra condición humana. Estamos de paso en este mundo y nuestra vida se asemeja a un soplo fugaz. No obstante, nos acostumbramos a esta existencia terrenal y se nos complica mirar con serenidad el día de nuestra partida. Dicha partida ha sido particularmente dolorosa para quienes la han enfrentado en soledad, sin el auxilio de la familia. De cualquier manera, cada persona enfrenta a solas su propia muerte. Quienes confesamos a Jesucristo resucitado como Señor de la vida tenemos que aprender a estar abiertos y esperanzados de que nuestra salida de esta vida es en realidad el tránsito necesario hacia la vida plena. Somos ciudadanos del cielo y vamos en calidad de forasteros por este mundo pasajero.

 

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