La fe
cristiana no es algo de un solo momento o de un único instante intensamente
emocional. Hay sectas que retratan la fe como si fuera así: en un minuto, según
ellas, la gracia divina desciende como un aguacero y uno recibe la fe de una
vez por todas. La verdad, sin embargo, es otra. La fe es más bien como una
planta tierna. Debe cuidarse pacientemente, protegerse de las amenazas,
nutrirse con la palabra de Dios, desarrollarse en la comunidad eclesial, y
fortalecerse con el estudio, la oración, y la práctica. Quizá, los que nacemos
cristianos no pensamos en la fe como la conciben las sectas. Sin embargo, puede
ser que tengamos otra tentación, la de dar por sentada nuestra fe. Tenemos que
estar alertas contra este peligro y dedicar tiempo y trabajo en cultivar
nuestra fe, preciosa y tierna, para lograr su crecimiento.
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