sábado, 25 de septiembre de 2021

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20210926

La riqueza ha sido un punto neurálgico a lo largo de casi toda la historia de la Iglesia. Para algunos, es una bendición de Dios, un signo claro y público de que una persona es especialmente favorecida por Dios. Para otros, es inevitablemente una tentación constante que nos lleva fácilmente a la arrogancia, la santurronería y a la muerte espiritual. Quizá el principio fundamental para enfrentarla es lo que la enseñanza social de la Iglesia denomina "el destino universal de los bienes creados". El Papa Francisco lo expresa de manera sintética en su encíclica más reciente, Fratelli tutti: "El mundo existe para todos, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma dignidad... Por consiguiente, como comunidad estamos conminados a garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a su desarrollo integral (n. 118)".

 

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