A veces, las
preguntas son temidas en los ámbitos eclesiales, especialmente cuando se hacen
acerca de la fe. Pueden ser interpretadas como una falta de fe o el rechazo de
ella. Sin embargo, semejante actitud está equivocada. Según el Concilio
Vaticano II, las preguntas profundas son frecuentemente inspiradas por el
Espíritu Santo y el ser humano es esencialmente una pregunta viva (Gaudium et
spes nn. 10-18). El gran educador de los pobres, Paulo Freire (1921-1997),
insistía en que la verdadera educación consiste no en las respuestas que los
educadores otorgan a sus estudiantes, sino en la pedagogía de preguntas. Por
último, no hay que olvidar que el Señor mismo hizo muchas preguntas a lo largo
de su vida y que murió, de acuerdo con Marcos, preguntando: "Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (15, 34). Las preguntas sinceras
son sagradas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario