Gracias a los medios sociales, no nos falta la crítica. Si
escribimos algo en Twitter o ponemos unas fotos en Facebook, podemos esperar
que alguien se enoje, a veces por motivos desconocidos e incomprensibles, y
derrame un torrente de críticas contra nosotros. Sin embargo, esa clase de
crítica no nos ayuda. Probablemente nos tienta a ser defensivos y vengativos,
contestando a los críticos con nuestras críticas. La autocrítica verdadera, en
cambio, es algo distinto, pues es el examen sincero y honesto de nuestras vidas
y el reconocimiento honesto y tranquilo de que no somos perfectos. En contraste
con la crítica que encontramos en las redes sociales, la autocrítica es
necesaria porque sólo gracias a ella podemos caminar adelante en la vida y en
la fe. De lo contrario, seremos como los ciegos que caen en hoyos y no avanzan
ni siquiera un poco.
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