viernes, 21 de abril de 2023

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 23 de abril 2023

 



«Nuestro Señor fue pisoteado por la muerte, pero él, a su vez, destrozó la muerte, pasando por ella como si fuera un camino. Se sometió a la muerte y la soportó deliberadamente para acabar con la obstinada muerte. En efecto, nuestro Señor salió cargando su cruz, como deseaba la muerte, pero desde la cruz gritó llamando a los muertos a la resurrección, en contra de lo que la muerte ordenaba. La muerte lo mató gracias al cuerpo que tenía; pero él, con las mismas armas, triunfó sobre la muerte. La divinidad se ocultó bajo los velos de la humanidad; sólo así pudo acercarse a la muerte, y la muerte lo mató, pero él, a su vez, acabó con la muerte. La muerte, en efecto, destruyó la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural. La muerte, en efecto, no hubiera podido devorarle si él no hubiera tenido un cuerpo, ni los infiernos hubieran podido tragarlo si él no hubiera estado revestido de carne; por ello quiso el Señor descender al seno de una Virgen para poder ser arrebatado en su ser carnal hasta el reino de la muerte. Así, una vez que hubo asumido el cuerpo, penetró en el reino de la muerte, destruyó sus riquezas y desbarató sus tesoros. Porque la muerte llegó hasta Eva, la madre de todos los vivientes. Eva era la viña, pero la muerte abrió una brecha en su cuerpo, valiéndose de las mismas manos de Eva; y Eva gustó el fruto de la muerte, por lo cual la que era madre de todos los vivientes se convirtió en fuente de muerte para todos ellos. Pero luego apareció María, la nueva vid que reemplaza a la antigua; en ella habitó Cristo, la nueva Vida» (San Efrén [306-373]. Sermones sobre nuestro Señor 3-4.9).

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