La historia de la religión está repleta con relatos sobre la
hospitalidad que los humanos ofrecen a dioses falsos. Por ejemplo, en la
mitología de la antigua Grecia el dios principal, Zeus, y su ayudante, Hermes,
disfrazados como mendigos, recibieron la hospitalidad del matrimonio Filemón y
Baucis, los únicos con espíritu de hospitalidad en la ciudad de Tiana, y
salvaron sus vidas al destruir dicha ciudad. Pero en la Biblia se encuentra
esto cuando Abraham muestra su hospitalidad a Dios disfrazado como viajero en
Génesis 18, 1-15. Jesús mismo recomienda a sus discípulos la hospitalidad hacia
los mendigos, cojos, sordos y ciegos (Lc 14, 13), porque cuando se ofrece la
hospitalidad a ellos se le ofrece a él (Mt 25,40). Por lo tanto, es urgente que
nuestras comunidades y sociedades se distingan por la hospitalidad, una
condición necesaria para la fe.
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