«Un hombre tenía dos hijos ... Son los dos hijos descritos en la
parábola del Evangelio de san Lucas (15,11-32), uno sobrio y el otro disoluto.
Primero se le dice al pueblo pagano por el conocimiento de la ley natural: Ve y
trabaja en mi viña, es decir: no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a
ti. Él respondió con soberbia: No quiero, sin embargo, después de la venida del
Salvador, hizo penitencia, trabajó en la viña de Dios y reparó con su esfuerzo
la obstinación de sus palabras. El segundo hijo es el pueblo judío que
respondió a Moisés: Haremos todo lo que ha dicho el Señor, pero no fue a la
viña porque después de haber muerto el hijo del padre de familia se consideró
el heredero. Otros no creen que la parábola se refiera a los paganos ya los
judíos sino simplemente a los pecadores ya los justos. El mismo Señor explica a
continuación sus palabras: Les aseguro que los publicanos y las prostitutas os
precederán en el Reino de Dios; aquellos que por su mala conducta se habían
negado a servir al Señor, después recibieron de Juan el bautismo de penitencia;
mientras que los fariseos que hacían profesión de justicia y se jactaban de
cumplir la Ley de Dios, despreciando el bautismo de Juan, no cumplieron los
preceptos de Dios. Por eso dice: Juan vino a vosotros por el camino de la
justicia y no creísteis en él; en cambio los publícanos y las prostitutas
creyeron en él. En cuanto a lo que sigue: ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del
padre? Y ellos dijeron: el último, sepamos que los ejemplares auténticos no
traen "el último" sino "el primero" de modo que ellos se
condenan a sí mismos por su propio juicio. Si quisiéramos leer "el último"
la interpretación es clara: digamos que los judíos comprenden bien la verdad,
pero la tergiversan y no dicen lo que piensan, como cuando sabiendo que el
bautismo de Juan venía del cielo, no lo quisieron confesar» (San Jerónimo
[342-420]. Evangelio de san Mateo. Libro 111. 21,28-32).
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