«Cuando os digo de imitar al apóstol Pablo, no es que os diga:
resucitad a los muertos, curad a los leprosos. Sino que os digo lo mejor: tened
caridad. Tened el mismo amor que animaba a san Pablo, porque esta virtud es muy
superior al poder de hacer milagros. Allí donde hay caridad, el Hijo de Dios
reina con su Padre y el Espíritu Santo. Él mismo lo ha dicho: Donde dos o tres
están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Amar es
encontrarse unidos, es el carácter de una amistad tan fuerte como real. Me
diréis: ¿Es que hay gente tan miserable como para no desear tener a Cristo en
medio de ellos? Sí, nosotros mismos, hijos míos; le echamos de entre nosotros
cuando luchamos los unos contra los otros. Me diréis: ¿Qué cosa estás diciendo?
¿No ves cómo estamos reunidos en su nombre, todos dentro las mismas
paredes, en el recinto del mismo templo, atentos a la voz de nuestro pastor? No
hay la más pequeña disensión en la unidad de nuestros cánticos y plegarias,
escuchando juntos a nuestro pastor. ¿Dónde está la discordia? Sé bien que
estamos en el mismo aprisco y bajo el mismo pastor. Y no puedo llorar más
amargamente ... Porque si en este momento estáis pacíficos y tranquilos, al
salir de la iglesia éste critica al otro; uno injuria públicamente a otro, uno
se encuentra devorado por la envidia, los celos o la avaricia; el otro medita
la venganza, otro la sensualidad, la duplicidad o el fraude. [... Respetad, respetad pues, esta mesa santa de
la cual comulgamos todos; respetad a Cristo inmolado por todos; respetad el
sacrificio que se ofrece sobre este altar en medio de nosotros» (San Juan
Crisóstomo [e. 347· e. 407]. Homilía 8 de la Carta a los Romanos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario