La Biblia frecuentemente proclama que "el temor del Señor es el
principio de la sabiduría" (Prov 9, 10), refiriéndose, por supuesto, no al
terror de Dios sino a una actitud de humildad. Así mismo, considera muchas
veces que el vicio opuesto de la humildad, que es la soberbia, es el principio
de la necedad, es decir, del pecado (véase, por ejemplo, Prov 19,23; Rom 12,
16; y 2 Cor 10, 17-18). Claro que la soberbia no quiere decir no a una
autoestima saludable, sino a una estima inflada de uno mismo. Entendido así,
este exceso aleja a una persona de una percepción justa de la realidad, la
ciega a sus faltas y a los logros de los demás, con hambre de cumplidos y
alabanzas, y la hace creerse auto suficiente. En la vida de la fe, la soberbia
es fatal porque nos cierra a Dios.
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