miércoles, 27 de septiembre de 2023

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20231008

 

«El Señor no cesa de comparar las almas humanas a las viñas: Mi amigo tenía una viña en un fértil collado (Is 5,1). Jesús llama su viña a las almas humanas, que las ha cercado, como con una clausura, con la seguridad que dan sus mandamientos y la guarda que les proporcionan sus ángeles, porque el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege (Sal 33, 8). Seguidamente plantó alrededor nuestro como una empalizada poniendo en la Iglesia en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros (1 Co 12, 28). Además, por los ejemplos de los santos hombres de otros tiempos, hace elevar nuestro pensamiento sin dejar que caiga en tierra donde serían pisados. Quiere que los ardores de la caridad, como los zarcillos de una vid, nos aten a nuestro prójimo y nos hagan descansar en él. Así manteniendo constantemente nuestro deseo hacia el cielo, nos levantaremos como vides que trepan hasta las más altas cimas. Nos pide también que consintamos en ser escardados. Ahora bien, un alma está escardada cuando aleja de ella las preocupaciones del mundo que no son más que una carga para nuestros corazones. As~ el que aleja de sí mismo el amor carnal y está atado a las riquezas o que tiene por detestable y menospreciable la pasión por esta miserable y falsa gloria ha sido, por decido así, escardado, y respira de nuevo, liberado ya de la carga inútil de las preocupaciones de este mundo. Pero, para mantenemos en la misma línea de la parábola, es preciso que no produzcamos únicamente madera, es decir, que vivamos con ostentación, ni que busquemos ansiosamente la alabanza de los de fuera. Es necesario que demos fruto reservando nuestras obras para ser mostradas tan sólo al verdadero propietario de la viña» (San Basilio Magno [329·379]. Homilía 5 sobre el Hexaemeron, 6).

 

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