sábado, 27 de abril de 2024

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20240428

 



«Si permaneciereis... En efecto, permaneciendo en Cristo, ¿qué pueden querer sino lo que está de acuerdo con Cristo? ¿Qué pueden querer permaneciendo en el Salvador, sino lo que no es inadecuado a la salvación? En efecto, una cosa queremos porque estamos en Cristo, y otra queremos porque estamos aún en este mundo. De hecho, a causa de la permanencia en este mundo nos coge a veces a traición el pedir esto respecto a lo que desconocemos que no nos conviene. Pero ni pensar que esto se nos haga si permanecemos en Cristo, el cual, cuando pedimos, no hace sino lo que nos conviene! Mientras, pues, permanezcamos en él cuando sus palabras permanecen en nosotros, pediremos y se nos hará cualquier cosa que quisiéremos. Por eso, si pedimos y no se hace, pedimos no lo que implica la permanencia en él ni lo que implican sus palabras que permanecen en nosotros, sino lo que implican la cedida y la debilidad de la carne, que no existen en él y en las que no permanecen sus palabras. Evidentemente, a sus palabras pertenece de hecho la oración que enseñó, en la que decimos: Padre nuestro, que estás en los cielos. De las palabras y significados de esta oración no nos apartemos en nuestras peticiones y se nos hará cualquier cosa que pidiéremos. Por cierto, que sus palabras permanecen en nosotros ha de decirse cuando hacemos lo que ha preceptuado y amamos lo que ha prometido; en cambio, cuando sus palabras permanecen en la memoria, mas no se hallan en la vida, al sarmiento no se le considera en la vid porque a la vida no la tira hacia sí desde la raíz. Respecto a esta diferencia vale lo que está escrito: Y para quienes en la memoria retienen sus mandatos a fin de cumplirlos» (San Agustín [354-430]. Evangelio de san Juan. Tratado 81,4).

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