En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Todo aquel que les
dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que
no se quedará sin recompensa.
Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí,
más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino
y lo arrojaran al mar.
Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar
manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego
que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te
vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar
de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo, pues más te vale
entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar
de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados con fuego. La sal es cosa buena; pero si pierde su
sabor, ¿con qué se lo volverán a dar? Tengan sal en ustedes y tengan paz los
unos con los otros".
Reflexión
Jesús, con esta instrucción nos habla, como acostumbra hacerlo Él, en
términos de radicalidad, mostrando que el camino al cielo es un camino estrecho
y que quien quiere ir por él no puede convivir con el pecado. Las imágenes que
presenta sirven solo para ejemplificar lo duro, lo difícil y doloroso que puede
ser el separarse de personas, actividades, lugares muy queridos para nosotros
pero que son ocasión de pecado.
Para entenderlo tendríamos que pensar, por ejemplo, en lo difícil y
doloroso que sería dejar a un amigo o amiga de la infancia que no habiendo
hecho una opción por Cristo vive bajo los criterios del mundo y cada vez que
convivimos con esta persona terminamos pecando.
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