Luego se le acercó un hombre y le preguntó: «Maestro, ¿qué obras buenas
debo hacer para conseguir la Vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Cómo me preguntas
acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida
eterna, cumple los Mandamientos».
«¿Cuáles?», preguntó el hombre. Jesús le respondió: «No matarás, no
cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre
y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo».
El joven dijo: «Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?».
«Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús ve, vende todo lo que tienes y
dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».
Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos
bienes.
Reflexión
1. El deseo sincero de plenitud
El joven busca algo más allá del cumplimiento externo de la ley. Su
pregunta revela una inquietud profunda: quiere saber qué más debe hacer para
alcanzar la vida eterna.
Esto nos invita a preguntarnos: ¿Estoy conforme con cumplir lo mínimo,
o deseo una relación más profunda con Dios?
2. El llamado al desprendimiento
Jesús no condena la riqueza, pero sí señala cómo puede convertirse en
un obstáculo si nos ata el corazón.
El joven cumple los mandamientos, pero no está dispuesto a renunciar a
sus bienes. Su tristeza revela que su seguridad está en lo material.
¿Qué cosas me impiden seguir a Jesús con libertad? ¿Hay algo que me
cuesta soltar?
3. La radicalidad del seguimiento
Jesús propone un camino exigente: vender todo, darlo a los pobres, y
seguirlo. No es una invitación genérica, sino personal.
El seguimiento de Cristo implica una transformación interior y una
disposición a dejarlo todo por Él.
¿Estoy dispuesto a dejar mis seguridades para seguir a Cristo más
plenamente?
¿Confío más en mis posesiones o en la providencia de Dios?
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