LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
Domingo 27 de
diciembre 2015
Dos familias, dos historias distantes en el tiempo y
semejantes en más de algún detalle. Ana es una mujer humillada por la fuerza de
las costumbres patriarcales, que soportó durante años las humillaciones de la
esposa fecunda de Elcaná, su marido. Ana jamás se rindió y externó su dolor
confiadamente ante el Señor, que en su momento la atendió, dándole en Samuel a
un hijo, que cumplió una función importante en Israel. Agradecida lo consagró
para siempre al servicio del Señor en Siló. María y José reciben el privilegio
de acoger a Jesús, el predilecto del Padre, para que atestigüe el amor
misericordioso del Señor a favor de los suyos. Desde el momento que su familia
sube al templo para agradecer la vida del pequeño Jesús, él asume
anticipadamente su misión, ocupándose como nos refiere san Lucas, "de las
cosas de su Padre".
ANTÍFONA DE ENTRADA Lc 2, 16
Llegaron los pastores a toda prisa y encontraron a María y a
José, y al niño recostado en un pesebre.
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a quienes ama
el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te
glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre
todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas
el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten
piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo,
Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que te dignaste dejarnos el más perfecto ejemplo
en la Sagrada Familia de tu Hijo, concédenos benignamente que, imitando sus
virtudes domésticas y los lazos de caridad que la unió, podamos gozar de la
eterna recompensa en la alegría de tu casa. Por nuestro Señor Jesucristo....
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Samuel quedará consagrado de por vida al Señor.
Del primer libro de Samuel 1, 20-22. 24-28:
En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso
por nombre Samuel, diciendo: "Al Señor se lo pedí". Después de un
año, Elcaná, su marido, subió con toda la familia para hacer el sacrificio
anual para honrar al Señor y para cumplir la promesa que habían hecho, pero Ana
se quedó en su casa. Un tiempo después, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy
pequeño, a la casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años,
un costal de harina y un odre de vino.
Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y
le dijo: "Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer
que estuvo junto a ti, en este lugar, orando al Señor. Este es el niño que yo
le pedía al Señor y que Él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al
Señor, para que le quede consagrado de por vida". Y adoraron al Señor. Palabra
de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 83
R/. Señor, dichosos los que viven en tu casa.
Anhelando los atrios del Señor se consume mi alma. Todo mi
ser de gozo se estremece y el Dios vivo es la causa. R/.
Dichosos los que viven en tu casa, te alabarán para siempre;
dichosos los que encuentran en ti su fuerza y la esperanza de su corazón. R/.
Escucha mi oración, Señor de los ejércitos; Dios de Jacob,
atiéndeme. Míranos, Dios y protector nuestro, y contempla el rostro de tu
Mesías. R/.
SEGUNDA LECTURA
Nos llamamos hijos de Dios y lo somos.
De la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-2. 21-24
Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre,
pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos
reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a Él.
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha
manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando Él se manifieste,
vamos a ser semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos
míos, nuestra confianza en Dios es total. Puesto que cumplimos los mandamientos
de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de Él todo lo que
le pidamos.
Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la
persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al
precepto que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en
él. En esto conocemos, por el Espíritu que Él nos ha dado, que Él permanece en
nosotros.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Hch 16, 14
R/. Aleluya, aleluya.
Abre, Señor, nuestros corazones, para que aceptemos las
palabras de tu Hijo. R/.
EVANGELIO
Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los doctores.
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-52:
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las
festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la
fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño
Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba
en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no
encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio
de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían
se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se
quedaron atónitos y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué te has portado
así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de
angustia". Él les respondió: "¿Por qué me andaban buscando? ¿No
sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?" Ellos no entendieron
la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a
su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.
Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de
Dios y de los hombres. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESIÓN DE FE
Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo
y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios,
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la
misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los
hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue
crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha
del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su
reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que
procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es
una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el
perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del
mundo futuro.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos, hermanos, a Jesucristo, el Señor, que, para
santificar la familia, quiso compartir la vida de un hogar humano. Digamos:
(R/. Escúchanos, Señor.)
Para que el Señor, que quiso participar de la vida de
familia en el hogar de María y José, mantengan en paz y armonía a todas las
familias cristianas, roguemos al Señor.
Para que los novios sientan la presencia de Dios en la
vivencia de su amor mutuo y se preparen santamente para su matrimonio, roguemos
al Señor.
Para que Dios ilumine y consuele a las familias desunidas, a
los esposos que han de vivir separados por causa del trabajo, a los hijos de
los divorciados, a los hogares sin hijos y a los que lloran la muerte de sus
familiares, roguemos al Señor.
Para que nos esforcemos por vivir en paz y armonía con
nuestros familiares (con los miembros de nuestra comunidad), superando con
bondad, comprensión y caridad fraterna nuestras mutuas desavenencias, roguemos
al Señor.
Señor Dios nuestro, que has querido que tu Hijo, engendrado
antes de todos los siglos, fuera miembro de una familia humana, escucha
nuestras súplicas y haz que los padres y madres de familia participen de la
fecundidad de tu amor, y que sus hijos crezcan en sabiduría, entendimiento y
gracia ante ti y ante los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de reconciliación, y te
pedimos humildemente que, por la intercesión de la Virgen Madre de Dios y de
san José, fortalezcas nuestras familias en tu gracia y en tu paz. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
Prefacio de la Navidad I
Cristo es luz
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno. Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu
gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que, conociendo a
Dios visiblemente, Él nos lleve al amor de lo invisible. Por eso, con los
ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar
el himno de su gloria:
Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Bar 3, 38
Nuestro Dios apareció en el mundo y convivió con los
hombres.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre misericordioso, haz que, reanimados con este
sacramento celestial, imitemos constantemente los ejemplos de la Sagrada
Familia, para que, superadas las aflicciones de esta vida, consigamos gozar
eternamente de su compañía. Por Jesucristo, nuestro Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Las dos narraciones que
nos refiere este domingo la liturgia son una magnífica lección sobre la
gratuidad. Ana, madre de Samuel y José y María, padres de Jesús, se presentan
en su momento en el templo para entregar a Dios lo que más aman, a su único
hijo. En una sociedad encaminada a la consecución del éxito económico como la
nuestra, resulta cada vez más extraño encontrar familias que animen y estimulen
a sus hijos –como ocurría hace medio siglo—a que sirvan al Señor y a la
comunidad eclesial en alguna vocación consagrada. Más allá de la crisis de
credibilidad que atraviesa el sacerdocio y la vida religiosa, podemos afirmar
que también existe una disminución de la gratuidad y la donación de sí mismo.
El predominio de una sociedad de mercado nos ha tornado insensibles a otros
valores distintos de la eficiencia y la productividad. En el pecado, llevamos
la penitencia.
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