UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Los escándalos
de pedofilia que en tantas comunidades eclesiales han empañado el rostro de
nuestra Iglesia no son cuestiones engorrosas que podamos esconder debajo de la
alfombra. Tampoco lo son las desgarradoras luchas de poder en algunas cúpulas
de la Iglesia, ni el coqueteo con el dinero proveniente de organizaciones
criminales. Esos escándalos están ahí y tendrán que ser desarraigados, no
solamente porque afectan la credibilidad de la Iglesia, sino porque son la
negación misma de su razón de ser. El Dios en quien creemos, se ha revelado
desde el primer momento, como el Dios liberador que rescata a los israelitas de
la opresión egipcia. Dios escucha con atención el clamor de su pueblo y jamás
se desentiende de mostrar su justicia. Quienes proponen olvido y amnistía para
los delincuentes, tendrían que pensarlo dos veces, porque tan importante como
el perdón por parte de los afectados es asegurar la justicia para las víctimas.
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