viernes, 5 de octubre de 2018

Serán los dos una sola carne



Entre el Génesis y el Evangelio de san Marcos existe continuidad y progreso. En el relato del Génesis encontramos una breve reflexión sobre la radical carencia del ser humano. Somos indigentes y estamos urgidos de acompañamiento y plenitud. La mujer semejante y a la vez diferente al varón es el auxiliar indispensable de su marido, como a su vez, este es el apoyo insustituible para ella. Son auxiliares recíprocos, en paridad de obligaciones, en el marco de una relación personalizadora y digna. Desde esa determinación de formar un solo ser, una comunión de vida y amor, que no manipula al otro, que no lo despersonaliza, sino que al contrario lo enriquece. Esa vocación no dejó de quedar frustrada por el egoísmo y las costumbres favorables a los varones. Por eso mismo el Señor Jesús reivindicó la necesidad de que las mujeres de Israel vivieran dentro de un marco de certidumbre y dignidad. Su rechazo del divorcio no es una medida nociva, sino favorable particularmente en relación a la vulnerabilidad jurídica en que se encontraban las mujeres en Israel.

Cfr. Gén 2,18-24;  Mc 10, 2-16

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