La esperanza es
una de las fortalezas del espíritu humano. Una sociedad desesperanzada es presa
fácil de sus propios problemas. Aunque la esperanza por sí sola no remedia
ningún problema social, sí nos ofrece la disposición de ánimo para sumar
esfuerzos y caminar hacia el logro de objetivos comunes valiosos. Bien lo
afirma el refrán, que "el primero de mil pasos es el más difícil". No
sabemos si Bartimeo era un ciego de nacimiento o si había sufrido algún
accidente; lo que sí sabemos es que su desgraciada situación no le había
despojado de la esperanza. Cuando revisamos los enormes retos mundiales
(amenazas nucleares, calentamiento global, terrorismo, etc.) o los problemas
del país (corrupción, violencia, inequidad social) corremos el peligro de
sumirnos en la impotencia o la resignación. La fe en un Dios salvador nos urge
a vivir documentando con gestos y palabras nuestra condición de creyentes en la
victoria de Jesús resucitado.
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