El matrimonio
es una institución decisiva, y la familia sin duda alguna. Existen familias que
forman personas maduras y responsables que no han podido vivir una relación
formal de matrimonio. Sin embargo, cuando existen las condiciones favorables de
libertad, amor y respeto entre esposo y esposa es preferible realizar todo el
esfuerzo que sea posible, para mantener el matrimonio. Es claro que el amor no
se puede comprar, exigir, ni obligar. Es una donación generosa y voluntaria que
tiene que construirse a diario. Tal como enseña el libro del Génesis, estamos
llamados a una vida plena y ésta no se consigue en soledad, demanda por el
contrario un incesante proceso de dar y recibir, de donación y acogida entre
ambos. Quien vive pensando solamente en su propia felicidad, desentendiéndose
de la de su pareja, terminará encontrando numerosos pretextos y motivos para
justificar su negativa a reavivar el amor de la primera hora.
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