La fama, el prestigio,
la riqueza y el poder son afanes que acaparan nuestra atención. Pensamos
ingenuamente que ahí radica nuestra seguridad. Si algo es incierto es la vida.
Nunca será una conquista segura, siempre habrá que verla como un don frágil,
marcado por la incertidumbre. No conviene gastar en demasía nuestra vida
buscando acumular riquezas. Quien no lo entiende, en el fondo no ha conocido al
Padre bueno y providente que cuida de sus hijos. La vida sencilla que nos
propone el Qohelet y la existencia modesta y despreocupada que vivió nuestro
Señor Jesús siguen siendo referentes válidos. Adquieren una relevancia especial
en este momento de urgencia ambiental. Un cambio en el estilo de vida es
éticamente obligado. Sorprenden favorablemente a nuestra conciencia las
protestas de algunos niños que cuestionan el desinterés de los adultos ante la
gravedad del cambio climático.
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