La sensibilidad global
no solamente se concreta en asuntos medio ambientales o económicos, sino
también en cuestiones relativas al derecho a una vida digna para todos. Asuntos
tan urgentes como la migración van moldeando una nueva conciencia planetaria.
En el ámbito religioso podemos afirmar lo mismo. No se puede confesar a Dios como
Padre común si no se está dispuesto a incluir a toda persona dentro de las
coordenadas de una vida digna. La salvación ha sido comparada con frecuencia
con una mesa común donde se sientan personas de los cuatro puntos cardinales.
La salvación no se reduce a la participación en el banquete final, sino que
también incluye la participación en oportunidades en una vida digna en el
presente. Si esas oportunidades no se presentan en el lugar de origen, la
persona tiene derecho a buscarlas de manera pacífica en otro lugar. Los
cristianos tenemos que solidarizarnos con sus necesidades.
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