La división y
la polarización social y religiosa no son extrañas a la vida de las figuras
proféticas ni a los grandes maestros de sabiduría, como sin duda lo fue el
Señor Jesús. En su vida advertimos una combinación de actitudes, de un lado apreciamos
su sencillez y cercanía hacia los pequeños; del otro, advertimos una gran
seguridad en su pretensión de transformar radicalmente la manera de comprender
el amor de Dios. No recurría a la polarización como una estrategia para
aumentar su poder ni para manipular a sus discípulos. En manera alguna
reflejaba las actitudes de superioridad moral típicas de los populistas y los
fanáticos, que se adueñan del derecho de representar al pueblo sabio y se
desconectan del bando opuesto, a quien juzgan como la encarnación de la maldad.
La invitación a construir el Reinado de Dios produce diversas expresiones
históricas. Nadie puede adueñarse de la representatividad única. El monopolio
de la verdad no existe, aunque algunos así lo reclamen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario