De reformas, renovaciones y proyectos de transformación está empedrado
"el camino al infierno". Las buenas intenciones son insuficientes. La
voluntad de transformar una nación, una diócesis, o cualquier institución no es
suficiente. Además de la intencionalidad hace falta planeación, estrategia y la
colaboración de los que estén involucrados en dicho proceso de cambio. El Señor
Jesús se legitimó ante los discípulos enviados por Juan por las acciones
curativas que cumplía. La autoridad alcanza su legitimidad cuando consigue los
fines y objetivos planeados. Quien dispone de enorme poder económico, del mando
militar y goza del mandato democrático, tiene que entregar resultados
favorables. No hay lugar para excusas, ni descalificaciones. La paciencia
ciudadana será necesaria. Habrá que tenerla. Sin embargo, la rendición de cuentas
tendrá que llegar oportunamente. Los hechos son los que hablan.
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