La familia es el espacio indispensable para formarnos como
personas. Nadie nace sabiendo convivir con los demás, tampoco traemos
asimilados un manojo de valores y actitudes. Lo que somos y amamos lo vamos
asimilando a través de lo que nuestros padres hacen y dicen. En un momento de
la vida somos beneficiarios de la función ejemplar que cumplen nuestros padres;
llegada la hora nos toca introducir a nuestros hijos al mundo futuro,
cumpliendo a la vez una tarea de modelaje. La familia de Nazaret vivía en
armoniosa relación. Esta conclusión no es algo gratuito. La entereza con la
cual María enfrenta la existencia libre de su hijo Jesús, las adversidades que
padeció al acompañarlo en el camino de la cruz así lo documentan. Jesús mismo,
vivió como un hijo obediente al Padre y aprendió a entregar su vida sin
resentimiento alguno. Esa capacidad extraordinaria de darse a los demás se fue
moldeando en el día a día de su vida en Nazaret
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