Entre la grandiosidad del último capítulo del Evangelio de san
Mateo, que invita a extender el discipulado entre todas las naciones y la
constante disminución del número de los bautizados en muchas de las iglesias de
Latinoamérica, existe una gran diferencia. Es como pasar de los siete años de
vacas gordas a los años de vacas flacas. Nunca ha sido tarea sencilla vivir
como discípulos de Jesucristo. Tampoco lo es ahora. Más aun, cabe reconocer que
se multiplican las fuerzas restrictivas que dificultan la respuesta congruente
al llamado de Jesucristo. El desinterés por los ideales evangélicos, la
seducción que ejerce la sociedad del divertimento y el consumo no dejan de
crecer y afectar la vida de los creyentes. Sin embargo, conviene recordar que
la promesa del Padre va en serio: "Yo estoy con ustedes cada día, hasta el
fin del mundo".
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