Demasiadas
familias en muchas ciudades de nuestro país viven con las puertas atrancadas a
causa del miedo y la inseguridad. El temor de sufrir una muerte violenta es una
realidad en ciertas regiones de México. La gente ama vivir en paz y no
encuentra la respuesta a sus demandas. Los mexicanos queremos vivir en paz y
nuestros gobernantes no realizan inteligentemente su tarea principal: proteger
la vida de los ciudadanos. Cabe decir que tampoco son los únicos responsables
de este caos violento en que estamos metidos. El relato evangélico (Jn 20,
19-23) nos recuerda que Jesús nos ha donado su Espíritu para ser mejores
discípulos. La oferta reiterada de la paz es un rasgo característico de Cristo
resucitado. Él saluda a sus discípulos, deseándoles la paz. La auténtica
espiritualidad cristiana nos anima a vivir como constructores de la paz.
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