En la sociedad de
mercado en que estamos inmersos actualmente prosperan desafortunadamente las
ofertas de salvación que descaradamente asocian la fe con el negocio. Más que
caminos espirituales parecen ser emporios religiosos de alto rendimiento que,
de manera particular abusan del sufrimiento de los pobres. Condicionar la
realización de dones y favores espirituales a la entrega de cuantiosas
donaciones económicas parece más un abuso descarado, tramado a costa de la
desesperación de las personas sedientas de alivio y consuelo personal. Los
milagros y las curaciones no son el núcleo de la fe cristiana. La fe es antes
que nada una experiencia de encuentro personal con Dios que se concreta en el
seguimiento de Jesucristo. Un genuino discípulo de Jesús vive un cambio personal
significativo. Vive de forma más libre y solidaria con las necesidades de sus
hermanos.
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