En tiempos
revueltos como los nuestros, donde el racismo, la discriminación y la
aporofobia (rechazo a los pobres) siguen lastimando a nuestra sociedad,
conviene traducir las implicaciones de este mensaje de Jesús. No es posible considerarse
discípulo de Jesús y a la vez, atrincherarse en la defensa del propio bienestar
a costa de la negación del bienestar general. Quienes pretendamos vivir el
seguimiento de Cristo habremos de servirlo y honrarlo en la persona de los
desamparados. El cristianismo no queda reducido a palabras altisonantes ni a
fervorosas celebraciones de culto. Es una vivencia espiritual que nos permite
experimentar el amor del Padre misericordioso y que además nos urge a
traducirlo en actitudes de respeto cuidadoso por los hermanos que atraviesan
desempleo, desarraigo, enfermedad, discriminación o cualquier otra adversidad.
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