sábado, 5 de diciembre de 2020

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20201206


Como diría el clásico, estamos en medio de una tormenta perfecta: una pandemia que no cesa, una violencia criminal que aumenta, una crisis de empleo que no se atiende debidamente. Problemas enormes, sensación de impotencia y desánimo. Los discípulos de Jesús no podemos alegar que esa situación no es de nuestra incumbencia. Estamos seguros de que Dios está con nosotros, ofreciéndonos la fuerza del Espíritu para renovamos y hacer la diferencia. Llamados a la acción sobran. En la familia, en la sociedad, en los hospitales encontraremos personas urgidas de un gesto de cuidado y compasión solidaria. Cada bautizado ha recibido un don y una responsabilidad: transparentar el amor de Dios en medio de las circunstancias donde Dios le ha plantado. Nuestra circunstancia es la de un país repleto de carencias y desafíos. Dios habrá de sostener nuestra esperanza.

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