En nuestra época, cualquiera de nosotros podría pasar todo un
día sin tener contacto directo con otras personas. Cada vez se está volviendo
más fácil comprar cosas, pagar cuentas, preparar comida y comerla y, a fin de
cuentas, vivir la vida de una manera completamente solitaria y aislada. No
sorprende que tal individualismo haya infectado la vida cristiana. Hay los que
creen, por ejemplo, que la cima de la fe cristiana no es más que una relación
totalmente individual, interior y sentimental con Dios. De acuerdo con esta
actitud, no importa lo que hacemos con los demás si mantenemos viva nuestra
relación personal con Jesús. ¡Pero, no se puede ser cristiano sin los demás! Somos
cristianos gracias a las palabras, acciones y testimonios de los demás y
tenemos que seguir siendo cristianos con los demás, viviendo como una
comunidad.
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