La sociedad contemporánea exige la perfección. Si uno no ostenta
el cuerpo de un modelo, la fuerza de un atleta profesional, el dinero de un
grande empresario y las opiniones de moda, es castigado sin piedad en los
círculos sociales. Parece que algunos existen únicamente para chismear acerca
de las imperfecciones de los demás. Como el Papa Francisco ha lamentado, el
chisme cierra nuestros corazones a nuestros semejantes y desgarra la unidad de
nuestras comunidades. En contraste con las exigencias contemporáneas, Dios se
compadece de la imperfección humana. Evidentemente, prefiere a los seres
humanos que no se creen perfectos, que no esconden sus limitaciones, e intentan
ser mejores y trabajar junto con Dios. Por eso, Jesús ha escogido como sus
apóstoles a esas personas imperfectas, pero abiertas. También por eso, nos ha
escogido a nosotros.
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