La luz es un símbolo natural de
Dios. Como Dios, la luz es poderosa y, de hecho, es una de las fuerzas
fundamentales del universo. Como Dios, la luz es bella, hermosa, y
esplendorosa. Como Dios, la luz revela y purifica. No es de extrañar, por lo
tanto, que la luz ha sido usada por los cristianos para representar a Dios. Los
primeros teólogos, por ejemplo, utilizaron la luz para pensar en la Trinidad:
el Padre es como la fuente de la luz, el Hijo es como el rayo que procede de
esta fuente, y el Espíritu es como el resplandor; pero los tres forman una
misma luz. En este día de Navidad, no olvidemos esta tradición. Las luces
navideñas que ornamentan nuestras casas y calles no son sólo adornos. Son
también una invitación a meditar sobre el misterio de Dios.
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