Vivimos en una sociedad de la obsolescencia programada. Se
trata de una política, usada por manufactureros, de designar productos que, por
cambios de diseño o el uso de materiales débiles, tendrán que ser
reemplazados por otros más actualizados. Por eso, los teléfonos, autos,
computadoras, y demás aparatos de los que dependemos frecuentemente deben ser
cambiados por modelos más nuevos. Tal vez esta política es uno de los elementos
que nos dificultan tener una actitud de fidelidad y suscitan un miedo al
compromiso. Solo hay que pensar en los matrimonios que se quiebran por falta de
fidelidad. En esto, Dios tiene mucho que enseñarnos. Su fidelidad a los esclavos
hebreos en Egipto, a la dinastía de David, al pueblo de Israel que le dio la
espalda y, sobre todo, a su Hijo Jesucristo, es algo en lo que vale la pena
meditar hoy.
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