viernes, 30 de diciembre de 2022

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20230101

 


«Me extraño que haya gente que se plantee esta cuestión: ¿es necesario o no llamar a la Virgen Santísima Madre de Dios? Pues si Jesucristo es Dios, ¿cómo la Virgen que lo ha traído al mundo no va a ser la Madre de Dios? Es la creencia que nos han transmitido los Apóstoles, incluso si no emplearon este término. Es la enseñanza que hemos recibido de los santos Padres. Y muy particularmente nuestro Padre de venerable memoria, Atanasio (e 295-373), que durante 46 años ilustró la sede de Alejandría, que opuso a los inventos de los heréticos impíos una prudencia invencible y digna de los Apóstoles, Atanasio, que ha embriagado de perfume con sus escritos el universo entero, a quien todos rinden testimonio por su ortodoxia y su piedad. En el libro tercero del tratado que escribió sobre la Santísima Trinidad consustancial, llama a muchas reflexiones sobre la Santísima Virgen, Madre de Dios. Vaya a citar textualmente sus propias palabras: "La Sagrada Escritura, lo hemos mandado señalar a menudo, se caracteriza principalmente en esto, que hace al tema del Salvador un doble testimonio. Por otra parte, él es el Dios eterno, el Hijo, el Verbo, el resplandor y la sabiduría del Padre; por otra parte, en estos últimos tiempos y por nuestra salvación, se encarnó en la Virgen María, Madre de Dios, y se hizo hombre". Y más adelante: "Ha habido muchos santos; ha habido hombres exentos de todo pecado: Jeremías fue santificado desde el seno materno; Juan, aún en las entrañas de su madre, saltó de alegría ante la voz de María, la Madre de Dios". Así habla este hombre considerable, tan digno de inspirar confianza, pues nunca hubiera dicho algo que no estuviera de acuerdo con las Escrituras» (San Cirilo de Alejandría [380-444). Carta 1).

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