jueves, 25 de enero de 2024

Conversión de san Pablo

 



La conversión de san Pablo fue el encuentro personal con Jesús que transformó su vida y su misión. Pablo era un judío fariseo que perseguía a los cristianos, pero en el camino a Damasco, una luz lo derribó y una voz le preguntó: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?'. Pablo quedó ciego y fue llevado a Damasco, donde recuperó la vista y fue bautizado. Desde entonces, se dedicó a evangelizar a los gentiles y a fundar comunidades cristianas.

 

Aquí la confesión de san Pablo.

 

DIOS ME REVELÓ A SU HIJO PARA QUE LO ANUNCIARA

 

Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es cosa humana; y no lo recibí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.

 

Habéis oído hablar de cómo me portaba yo en otro tiempo en el judaísmo: cómo perseguía encarnizadamente a la Iglesia de Dios y la devastaba; cómo, en el celo por el judaísmo, iba más allá que muchos compatriotas de mi edad y me mostraba celoso partidario de las tradiciones paternas.

 

Pero, cuando aquel que me eligió desde el seno de mi madre me llamó por su gracia y tuvo a bien revelarme a su Hijo para que lo anunciara a los gentiles, en seguida, sin pedir consejo a hombre alguno y sin subir a Jerusalén para hablar con los que eran apóstoles antes que yo, partí hacia Arabia, de donde luego volví a Damasco. Tres años más tarde, subí a Jerusalén a visitar a Cefas, y estuve con él quince días. No vi a ninguno otro de los apóstoles, fuera de Santiago, el hermano del Señor. Por el Dios que me está viendo, que no miento en lo que os escribo.

 

Después vine a las regiones de Siria y de Cilicia, pero las Iglesias de Judea, que están en Cristo, no me conocían personalmente. Sólo oían decir: «El que antaño nos perseguía ahora va anunciando la Buena Nueva de la fe, que en otro tiempo quería destruir.» Y glorificaban a Dios, reconociendo su obra en mí.

 

Cfr. Carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 1, 11.24


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