martes, 23 de enero de 2024

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20240128

 

Dios no nos golpea en el rostro con su presencia. Nos otorga la tarea de discernir cuándo y dónde está presente entre nosotros. No es de extrañar que haga esto, ya que nos ha creado con ojos para ver, oídos para escuchar y la razón para pensar. Respeta nuestras capacidades y quiere que las utilicemos. Por eso el Concilio Vaticano II habló del deber de «leer los signos del tiempo (Gaudium et spes n. 4; véase también Mt 16, 3). Estos signos no son meramente las tendencias del mundo actual. Como el Concilio entendió estos signos, en la línea del Papa Juan XXIII, que hablaba frecuentemente de ellos, son los índices de la presencia de Dios. El Espíritu de Dios está siempre moviéndose en el mundo, aun fuera de la Iglesia, y los signos nos revelan su presencia. Entonces, ¡discernámoslos!

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