martes, 2 de enero de 2024

EN COMINIÓN CON LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA 20240107

 


 


«Surge en el cielo y en la tierra la gran alegría de este nacimiento admirable. Se muestra a los Magos un nuevo signo, la estrella del cielo, por el cual se reconoce que ha nacido como rey de los judíos el Señor de cielo y tierra, aquel de quien estaba escrito: saldrá una estrella de Jacob y surgirá un hombre de Israel, para que se conociera, a través de los signos de la estrella y del hombre, la unión de la naturaleza divina y humana en el Hijo de Dios. Por eso también en el Apocalipsis el mismo Señor declara acerca de sí mismo: Yo soy la raíz de Jesé y el descendiente de David y la estrella resplandeciente de la mañana; porque por el amanecer de su nacimiento, expulsada la noche de la ignorancia, brilló como astro fulgurante para la salvación del mundo. El esplendor de esta luz, penetrando incluso los corazones de los magos, los inundó con luz espiritual para que conocieran por el signo de la nueva estrella naciente al rey de los judíos, al creador del cielo. Pues los magos, personajes prominentes de una religión falsa, no podían conocer a Cristo nuestro Señor sino iluminados con la gracia de la condescendencia divina. De nuevo, pues, se desbordó la misericordia de Dios por medio de la venida de Cristo, para que el conocimiento de su verdad se extendiera a todas las razas de los hombres. Esta brilló ante los Magos a fin de que se conociera la piedad manifiesta de Dios, y nadie desesperara de que, si cree, se le puede concederla salvación, porque ya ha visto que ha sido concedida a los Magos. Y por eso fueron los Magos los primeros elegidos entre los gentiles para la salvación, para que a través de ellos se abriera la puerta de la salvación a todos los gentiles» (San Cromacio de Aquilea [c.337-c.40]). Comentario a san Mateo. Tratado IV, 1).

 

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