martes, 11 de marzo de 2025

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20250316

 





«Se transfiguró pues el Señor delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol y sus vestidos se hicieron blancos como la nieve. Después de muchos signos del poder divino, cuando ya los discípulos creían con fe perfecta, les mostró en el monte la gloria de su esplendor. En efecto, era necesario mostrar algo más a los discípulos que al pueblo Pues se mostraba al pueblo como Dios por las obras, a los discípulos sin embargo hasta por el aspecto de la majestad divina. Los ojos todavía débiles y carnales del pueblo no podían soportar la vista del mismo esplendor divino, ya que no fueron capaces de soportarla ni los mismos discípulos, que ya estaban probados por la fe. En fin, también sucedió así antaño, cuando Moisés subía al monte, mientras el pueblo no fue ni siquiera capaz de escuchar la voz del Señor y dijo a Moisés: Que no nos hable Dios, no sea que muramos; a Moisés sin embargo se le mostró incluso la gloria de la majestad. Sin duda que la gloria del Señor se mostró antaño a Moisés en el monte y ahora a los apóstoles, pero no tan grande como es en aquella naturaleza divina e invisible, sino cuanto pueden contener los ojos todavía mortales. Además, cuando antaño pidió Moisés que el Señor le mostrara su gloria, le dijo: Verás mis espaldas pero mi rostro no lo verás; pues no puede el hombre ver mi rostro y seguir vivo. Por lo tanto, a Moisés se le mostró, no tanto cuanto era Dios, sino cuanto podía recibir Moisés. Yen verdad, si al poner nuestros ojos en la figura de este sol nuestro no podemos soportar su fulgor ni sus rayos, cuánto más no podrán soportar los ojos mortales la vista de aquella majestad divina» (Cromacio de Aquileya [330-4071. Tratado 54 A, del Evangelio de Mateo).


No hay comentarios:

Publicar un comentario