UNA REFLEXIÓN PARA
NUESTRO TIEMPO.- Estas parábolas de la misericordia no son cuentos de hadas,
tampoco las podemos desechar como producto de la ingenuidad. Dios es el primero
de todos los realistas. Nos conoce mejor de lo que nosotros conocemos a
nuestros hijos. Sabe de nuestra fragilidad y miseria y ya ni siquiera le
extraña. Nosotros, los padres de familia, estamos tan afectados por las
limitaciones humanas que nos desesperamos ante los conflictos y riñas de
nuestros hijos y terminamos abollando nuestra credibilidad. Dios en cambio no
se involucra, no cae en nuestras provocaciones, sino que se complace en
perdonarnos porque sabe de nuestra fragilidad. Esta confianza plena en la
misericordia de Dios no es en manera alguna un aliciente para abusar de su
magnanimidad, sino una invitación a no perder la esperanza en nuestra
reconciliación final.
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