UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Como escribiera
Mandela: "Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su
origen o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden
aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar...". Parafraseando
lo anterior, cabría decir, que nadie nace amando a Dios o combatiéndolo;
nuestros padres al ejercer la función del modelaje, nos acercan o alejan de la
experiencia del amor de Dios. Estamos viviendo una crisis en la educación
religiosa o en la experiencia de la transmisión de la fe. Las formas que
nuestros padres usaron para acercarnos a Dios han ido cambiando o
desapareciendo. Se dejó de bendecir los alimentos, de rezar en familia, de
vivir rodeados de símbolos religiosos cargados de sentido. Dios parece ser el
gran ausente. La familia no encuentra caminos naturales para compartir la fe.
Quien se decida a hacerlo tendrá que retomar único camino que verdaderamente
funciona: la coherencia entre la fe profesada y las actitudes asumidas.
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