DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo B
Domingo 1 de julio 2018
DIOS NO HIZO LA MUERTE
La tradición sapiencial registrada en el libro de Sabiduría, que ahora
leemos, acuñó una feliz expresión en relación a Dios, llamándolo "amigo de
la vida" (11, 26). Con otras palabras, el autor de este libro reafirma lo
antes dicho proclamando su convicción a favor de la vida, de toda vida,
diciendo que Dios no hizo la muerte ni es un sádico que goce destruyendo vidas.
Esa firme convicción creyente se traduce en una norma moral presente en la
tradición bíblica: no matarás. En consonancia y continuidad con esa radical
prohibición, Jesús promueve el valor de la vida como algo intocable. De manera
que no solo prohíbe el homicidio sino todo tipo de maltrato y de conducta
violenta hacia cualquier persona. Confesar a Dios como Padre y Creador nos
exige respetar la vida de todo viviente y en particular la de todo ser humano.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 46, 2
Pueblos todos, aplaudan; aclamen al Señor con gritos de júbilo.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que mediante la gracia de la adopción filial quisiste que
fuéramos hijos de la luz, concédenos que no nos dejemos envolver en las
tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre vigilantes en el esplendor
de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a quienes ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos,
te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor,
Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado
del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende
nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de
nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo,
Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo
Del libro de la Sabiduría: 1, 13-15; 2, 23-24
Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los
vivientes. Todo lo creó para que subsistiera. Las creaturas del mundo son
saludables; no hay en ellas veneno mortal. Dios creó al hombre para que nunca
muriera, porque lo hizo a imagen y semejanza de sí mismo; mas por envidia del
diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan quienes le pertenecen.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 29, 2.4.5-6.11-12a. 13b
R/. Te alabaré, Señor, eternamente.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos.
Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste. R/.
Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira
dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la
tarde; por la mañana, el júbilo. R/.
Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi
duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. R/.
SEGUNDA LECTURA
Que la abundancia de ustedes remedie la necesidad de sus hermanos
pobres
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios: 8, 7. 9.
13-15
Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en palabra, en
sabiduría, en diligencia para todo y en amor hacia nosotros, distínganse
también ahora por su generosidad.
Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo
rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieran ricos con su
pobreza.
No se trata de que los demás vivan tranquilos, mientras ustedes están
sufriendo. Se trata, más bien, de aplicar durante nuestra vida una medida
justa; porque entonces la abundancia de ustedes remediará las carencias de
ellos, y ellos, por su parte, los socorrerán a ustedes en sus necesidades.
En esa forma habrá un justo medio, como dice la Escritura: Al que
recogía mucho, nada le sobraba; al que recogía poco, nada le faltaba.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO cfr. 2 Tm 1, 10
R/. Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho
resplandecer la vida por medio del Evangelio. R/.
EVANGELIO
¡Óyeme, niña, levántate!
Del santo Evangelio según san Marcos: 5, 21-43
En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del
lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó
uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus
pies y le suplicaba con insistencia: "Mi hija está agonizando. Ven a
imponerle las manos para que se cure y viva". Jesús se fue con él, y mucha
gente lo seguía y lo apretujaba.
Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía
doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso
toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús,
vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que,
con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de
su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.
Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se
volvió hacia la gente y les preguntó: "¿Quién ha tocado mi manto?".
Sus discípulos le contestaron: "Estás viendo cómo te empuja la gente y
todavía preguntas: `¿Quién me ha tocado?' ". Pero él seguía mirando
alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer,
asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies
y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: "Hija, tu fe te ha
curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del
jefe de la sinagoga para decirle a éste: "Ya se murió tu hija. ¿Para qué
sigues molestando al Maestro?". Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le
dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que tengas fe". No
permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de
Santiago.
Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de
la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo:
"¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está
dormida". Y se reían de él.
Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus
acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo:
"¡Talitá, kum!", que significa: "¡Óyeme, niña, levántate!".
La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar.
Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a
nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESOIÓN DE FE
CREDO NICENO_CONSTANTINOPOLITANO
Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios,
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la
misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los
hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue
crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha
del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su
reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que
procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es
una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el
perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del
mundo futuro.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Pidamos, hermanos, al Señor que escuche nuestras oraciones, para que
podamos alegrarnos al recibir su ayuda, respondiendo: Escúchanos, Señor. (R/.
Escúchanos, Señor.)
Por los ministros de la Iglesia que han consagrado su vida al Señor y
por todos los pueblos que adoran al Dios verdadero, roguemos al Señor.
Para que el tiempo sea bueno y todos podamos gozar de una naturaleza
limpia en la bella sucesión de las diversas estaciones, roguemos a Dios, que
con sabiduría gobierna al mundo.
Por los que son víctimas de la debilidad humana, del espíritu de odio o
de envidia o de los otros vicios del mundo, roguemos al Redentor
misericordioso.
Encomendémonos mutuamente al Señor, pongamos toda nuestra existencia en
sus manos y oremos con confianza al autor y guardián de todo lo que tenemos y
poseemos.
Dios nuestro, que en el misterio de tu Hijo, pobre y crucificado, has
querido enriquecernos con tus bienes, escucha nuestras oraciones y no permitas
que, mientras anunciemos a los demás la alegre novedad del Evangelio, nos
acobardemos ante la pobreza o la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor Dios, que bondadosamente realizas el fruto de tus sacramentos,
concédenos que seamos capaces de servirte como corresponde a tantos misterios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
Prefacio III para los Domingos del Tiempo Ordinario
Nuestra Humanidad salvada por la humanidad de Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte
gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios poderoso y eterno.
Porque reconocemos como la obra de tu poder admirable no sólo haber socorrido
nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino también el haber
previsto el remedio de nuestra misma naturaleza mortal, y así con lo que fue la
causa de nuestra ruina, con eso mismo nos diste la salvación, por Cristo, Señor
nuestro. Por Él, los ángeles cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a
sus voces, cantando humildemente tu alabanza
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor
Hosanna en el cielo.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 102. 1
Bendice, alma mía al Señor; que todo mi ser bendiga su santo nombre.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que la víctima divina que te hemos ofrecido y que acabamos de recibir,
nos vivifique, Señor, para que, unidos a ti con perpetuo amor, demos frutos que
permanezcan para siempre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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