UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Vivir libremente sin fabricarse las
propias mentiras es una tarea compleja. Con frecuencia las personas somos
demasiado hábiles para detectar las incongruencias y esclavitudes ajenas y
torpes para descubrir nuestras propias dependencias. La más difícil de todas
las libertades es la libertad de sí mismo. Vivimos demasiado aprisionados de
nosotros mismos, de nuestros miedos e inseguridades. Cuando revisamos el pasaje
del Evangelio que nos comparte este domingo la liturgia, apreciamos la soberana
libertad con que vivía Jesús. Conocía las normas morales y religiosas de
Israel, conocía la tradición relativa a David y la sabía congeniar con sus
circunstancias personales. La necesidad de comer no se puede posponer. Sus
discípulos y él mismo, tienen hambre y no obstante la prohibición de trabajar
en sábado, arranca espigas de los sembrados porque comprende que preservarse
sano y nutrido en ese momento, es la forma de cumplir la ley del sábado.
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